martes, 17 de agosto de 2010

Experiencias sublimes

Hola a todos!
Despues de muchisimos días sin ni siquiera pasarme un rato en el computador, vuelvo tras algunos días con mucho descanso y ya practicamente listo para volver al ruedo de este segundo semestre. Se me hicieron cortas estas vacaciones pero fue suficiente para reponerme del exigente y duro primer semestre. Hoy le mandó saludo a un tal Elvis, se cumplen 33 años (16 de agosto de 1978) desde que se quedó dormido para siempre y para que cambiara diametralmente la historia del rock n roll. Un gran saludo al creador de Heartbreak Hotel, Hound Dog, Jailhouse Rock, Love me tender, Return to sender y otras grandiosas melodías musicales a mediados de siglo. Quizás tenga bien merecido el mote del rey del rock, a pesar de haber otros grandes como el (aunque nunca tanto). Ojalá no este sacudienose en su cripta por todo lo que esta pasando en la actualidad tanto en lo musical como en las otras cosas de la vida.

Hoy les hablaré sobre dos situaciones maravillosas en mi vida. Contrario a lo que puedan creer, son experiencias cortas y mágicas, no de aquellas marcadas por los éxitos o las victorias, sino más bien llenas de alegría y de emoción... Son particularmente dos, una en Viña y otra en Santiago. Aquí les van estas anecdóticas historias....

Una de las noches en Reñaca, fui con un amigo a comprar algún licor para la noche de juerga. Caminando por las calles viñamarinas, llenas de bares y pubs y de extranjeros y turistas que se alojaban por ahi cerca. Era pleno verano y la noche era tibia, con el cielo descubierto y con muchas luces que tapaban la oscuridad. Los sonidos que llegaban hasta mis orejas eran aquellos tipicos de una escena como la descrita, o sea, ruidos de los autos que volvian a sus casas, gritos y murmullos de la gente, música proveniente de las tabernas y cervecerías. En fin, todo generaba un monótono palpitar de la ciudad, que se movía al son de ese rumor urbano. Ante esta rutina homogénea y uniforme, surgió desde las calles una nueva brisa, un eco diferente a los demás sonidos. Mis oídos se levantaron espontáneamente y de a poco con mi compañero nos fuimos acercando a la fuente de aquel estruendo. Una sensación muy agradable sentí al escuchar aquellas notas. Ante mi sopresa, era un grupo de jazz que estaba tocando en la calle, con las respectivas trompetas, contrabajo y batería. Quizás lo más hermoso de todo era que yo no esperaba de ninguna manera que aquella música se instalara por aquellos sectores, más cercanos a algo más comercial y quizás artificial. Esa fue una preciosa postal que nunca se me va a olvidar compuesta por elementos como luces, el anochecer, el asfalto y la música que transformaban una monotona ciudad y una cálida noche en un perfecto rompecabezas.

Otra experiencia de otro nivel la tuve hace poco, en la capital. Tras estar varios días en ella y acostumbrarme al smog, lo rápido de la vida, los muros de concreto y el sistema de transporte me encontre nuevamente con una melodía fuera de aquel sistema. Había salido del metro junto a mi polola y derrepente escuchamos un susurro lejano producido por un extraño instrumento. Ante el eco producido por la jungla de concreto tuvimos que concentrarnos en el sonido para poder escuchar detenidamente de que dirección provenía. Luego de estar unos momentos en silencio, cruzamos la calle y nos pillamos con una grata sorpresa. En una esquina yacían cuatro personas tocando distintos instrumentos, uno con una guitarra eléctrica, uno con un tambor y dos de ellos con preciosas armónicas. Cada uno hacía de aquella esquina una muy pintoresca, iluminando un poco más la ciudad y sacandola de su uniforme rutina. Era un estruendo diferente, que hacía que la ciudad se moviera con mucha gracia al ritmo del blues. Nuevamente cerré los ojos y me deslicé por la corriente que producían aquellas personas. Otra vez estaba ante una experiencia inolvidable, de aquellas que se clavan en el insconciente como hierro caliente.

Jamás olvidaré esas dos imágenes que cambiaron ese momento tan trivial en uno sublime, de otro mundo, cada uno con sus sonidos, texturas, sabores, reseñas, símbolos e ideas. Aquellas experiencias que se enfrascan en la memoria para la eternidad, sin sufrir daños por el paso del tiempo y siempre provocando una ráfaga de frescura y calidez, de sorpresa y emoción a nuestra alma, tan terriblemente golpeada por las embestidas de la rutina y la monotonía sin permitirnos un momento de gozo que nos posibilite y nos proporcione la tan ansiada libertad y trascendencia, la gloria y dulzura de un segundo o minuto que nos permita sentirnos dueños y amos del universo, un ser humano lleno de vida y de esperanza y de generarnos algo más que eso.

Una de esas experiencias sublimes que todos buscamos y que nos permiten ser, aunque sea en un solo momento o en una rafaga de segundos, una persona feliz y aun más... libre.



Saludos, los dejó con una canción del rey del rock n roll, Don`t be cruel. Esta canción que me recuerda al glamour y lucidez de las ciudades de aquella época. Una entretenida canción que espero les agradé este momento. Gracias a todos los que me leen y trataré de arreglar lo que pasó con la entrada anterior, veré si puedo solucionarlo. Chau!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Prueba

Patrick dijo...

¡¡Wooo!!

Ahora si puedo ingresar comentario, hace unas horas intenté comentar la última entrada de ciclo de cine rockero y nuevamente no me salía la código verificador.

Preciosa lesctura Martin, me encanta como dcribes esos momentos sublimes... apasionante

wena onda y bendiciones!

PS: el código que me salió es "alentane"